Ña Rosalía Abreu - Efushe

 



SIGLO XIX Ña’ Rosalía Abréu Bramoso

Fundadora de la rama que aparecerá con su nombre de Osha: EFUSHE ABERIKUNDÓ.

África, siglo XIX – Ciudad de la Habana, Cerro o Habana Vieja, hacia 1904 ó 1905.

ORISHA: Omó Yewá (para otros era Omó Ochosi u Oló Obbatalá)

NOMBRE EN OSHA: Efushe Aberikundó

La tradición oral confirma que entre los lucumí, fueron las mujeres las primeras que fomentaron la religión hacia fuera, hacia los criollos. Para ellas la necesidad fue más fuerte y delineó aquel espacio. De manera que al escucharse los tambores sagrados en el cabildo, este ya se  ha convertido en el imprescindible sitio espiritual, (sólo sustituido años después por la Casa de Osha), donde los lucumí ya han comenzado a rescatar y a poner en práctica sus ritos y ceremonias.

Esta africana se llamaba Ña Rosalía. Para algunos su apellido era Abreu, pero yo no lo he podido comprobar. Se desconoce dónde vivió antes de instalarse en La Habana, en la que muere en el Cerro, barrio de Carraguao, por 1905 con más de ocho décadas de vida. Era hija de Obbatalá, el gran padre dueño de todas las cabezas.

Además de ser la jefa de un cabildo que llevaba su nombre, Efushe, lideró un gran ramal conocido como Aberikundó. A esta rama la caracterizaban, además de cierta tosquedad en sus maneras de ejercer la Osha, la obligatoriedad de llevar al río a los que se iniciaban para allí hacerle las correspondientes ceremonias secretas. En el igbodú rapaban y el pilón era de uso permanente. Las anteriores características se mantienen con extraordinaria vigencia en nuestros días, aun cuando no se expresa con igual pureza que en los tiempos de Efushe. Si el lector es practicante, fácilmente comprobará la esencial actualidad que nos legaron los de Aberikundó.

En aquellos primeros años de la segunda década del siglo XIX, llamémosle de Fundación, debido al notable crecimiento de los iniciados, las contradicciones entre la práctica en África y las que había que hacer forzosamente en Cuba, iban por el camino del caos.  Las cabezas que tenían poder en los cabildos de nación no siempre se ponían de acuerdo. Sólo era correcto lo que cada cual hacía en el suyo.

A diferencia de África, vivían en una tierra en la que la comunicación se facilitaba al hablar todos un mismo idioma; el español, donde líneas férreas y caminos hacían menos distante a los pueblos, donde era posible saber cuanto pasaba en la casa del vecino, dada esa capacidad a la extroversión y al chisme que venían cultivando los cubanos. Conclusión; Que todo se sabía. Hasta el viento hablaba lo que en verdad era y lo que podía ser.

Efushe, persuadida de que para que la religión de los yorubas sobreviviera en Cuba, debían los venerables mayores, como ella, dejar las nostálgicas comparaciones con la madre África, tierra a la que muchos no iban a regresar jamás y aceptar como inminentes ciertos cambios, producto de los desafíos de la nueva realidad, impulsó un ajuste en el igbodú, al sustituir cujes por paños en   importante fase de cierta ceremonia secreta. Algunos mayores se alarmaron, por lo que su nombre flotó de boca en boca, acusada de querer destruir la religión.

Ser jefa de cabildo y estar al frente de los Aberikundó, no le facilitaba convencer a los demás mayores, que seguían empeñados en reproducir en Cuba, desde la religión, matices del tribalismo africano.  Como buena hija de Obbatalá, prefirió hacer un eficiente uso de su cabeza y sola, o acompañada por otras africanas, llegó a las cuatro siguientes conclusiones:

Que la religión se extinguiría con el último africano consagrado si no se asentaban, no sólo a los criollos, sino también a los rellollos, cuya inquietante disposición por los Orishas aumentaba.

Que la entrada del blanco rico era beneficiosa porque estaban en mejores condiciones que los negros pobres de pagar los derechos.

Que los marginados tenían derecho a enmendarse dentro de la religión, por lo que prostitutas, chulos, delincuentes, lesbianas y homosexuales también eran hijos de Olofi.

Pero el más importante aporte de Efushe fue el siguiente: En África donde sólo entregan y asientan como Orisha tutelar al que rige la región donde se nace, porque allá, en la tierra de los yorubas, los Orishas son como patrones de determinadas regiones donde radican sus templos y se les adora. Esto quiere decir que después que usted es asentado, por ejemplo, con Obbatalá, si necesita recibir a Oshún tiene que ir a Oshogbo, si Yemayá; a Abeokuta y así. En Cuba, insistir en ese referente contribuía al caos, pues al no existir esas casas templos, ni patrones en regiones, el interesado tenía que encontrar al lucumí asentado con el Orisha y de acuerdo a su disposición, aquel se lo entregaba o no. Generalmente venía la negación, sea por antipatía, por saberse en posesión de una exclusividad, por viejas rencillas, por rivalidades, etc, etc. Todo esto hizo que Efushe viera que esa réplica tribal aquí, era un freno a la expansión.

Efushe definió a cuatro Orishas como obligatorios, lo que hoy conocemos como Orishas reglamentarios, para cada nuevo asentado; Obbatalá, Changó, Yemayá y Oshún.  ¿Por qué estos cuatro y no otros? Porque en el perímetro de La Habana, donde Efushe trajinaba la Osha, solo existían africanos asentados con estos Orishas, de los que antes ella recibió para a su vez poderlos entregar a los futuros ahijados. Esta entrega de los Orishas reglamentarios, con el tiempo se complejizará y salvo con Oyá, veremos que son los propios Orishas los que van a modificar esta ya esencial práctica, que también contribuirá a encarecerla.

De manera que la Trujillo se convierte en la primera persona, que además de su Orisha tutelar o Ángel de la Guarda, recibe otros tres; Changó, Yemayá y Oshún. El resto de los ahijados de Efushe adoptan esta innovación que hizo trizas la secuela tribal de la tradición africana y da un largo paso hacia la democratización entre los Oloshas.

También aumenta la circulación monetaria dentro de la Osha al crecer el costo. Porque en términos de dinero, no es lo mismo el costo por asentar con un solo Orisha, que el costo por asentar uno y recibir tres Orishas más. Otra vez Obbara, que también habla de comercio de piedras de Osha., se asoma detrás de este aporte, (en la actualidad el mayor o menor costo de un asiento, esencialmente viene dado por la cantidad de orishas a recibir, pues a cada Orisha se le da su correspondiente animal de cuatro patas, más los animales de plumas, entre otras acciones que implican gastos. En la actualidad un hijo de Elegguá recibe 9 orishas, mientras que un hijo de Yemayá sólo 5). Es decir, de Oloshas que consagrarán y asentarán a muchas otras personas y a cambio recibirán sus correspondientes derechos, lo que con el tiempo se va a convertir en una manera de ganarse la vida y en el español que se habla en Cuba dará origen a un nuevo verbo; Santear.

Por respeto a la memoria de Efushe, no puedo inferir que el asunto monetario haya sido el motor impulsor, era imposible por el celo con que aquellas lucumisas amaban a su religión, aunque de haber sido, habría que entenderlo en el contexto de la pobreza en que se desenvolvían sus vidas en la periferia de la sociedad colonial. 

Pero Efushe no se detuvo. Por aquellos tiempos lo usual era darle el imprescindible animal de cuatro patas al Orisha tutelar. A los que se recibían con el tiempo, y luego pasaron a ser obligatorio en el asiento, se les daba aves: Las gallinas eran para Obbatalá y Oshún, aquel 8 y esta 5. Los gallos para Changó y Yemayá, aquel 6 y esta 7. Necesariamente no se les hacía itá. Ya cuando pasaron a ser reglamentarios se les daba: Chiva a Obbatalá. Chivo a Oshún. Y a Yemayá y a Changó; Carnero.

Las anteriores modificaciones generarían pequeños y grandes cambios en cadena como La matanza. El sacrificio de animales de cuatro patas solamente la hacían los hijos de Oggún, baloggúnes, los awoses y los que recibían Pinaldo, una costosa ceremonia que entre otras funciones, también democratiza la exclusividad de baloggunes y awoses y de paso, refuerza la responsabilidad del oriaté. Pinaldo termina por imponerse, y aquí reaparece y mediatiza Obbara. En la actualidad, si un baloggún no tiene Pinaldo, difícilmente le permitan sacrificar animales de cuatro patas.

Visto el aporte de Efushe desde el punto de vista socio económico, además de garantizar cierta estabilidad comestible en los asientos, porque Iyawó luego de estar 16 días en el trono se quedaba en casa de la madrina los primeros tres meses y solo podía irse para su casa luego de haber hecho el ebbó meta, ampliaba las posibilidades de trabajo a mayor número de Oloshas.

Todas estas transformaciones le ganaron a Efushe muchísimas críticas, pero las mayores llovieron cuando comenzó a asentar a los no descendientes de africanos; a los cubanos. Esto era el colmo para los yorubas que en su mayoría procedían de una organización social que fue el poderoso Imperio de Oyó, donde muchos fueron de algún linaje. Para ellos era inconcebible compartir aquellos ancestrales secretos con personas no nacidas en África. Definitivamente Efushe se había vuelto loca, decían.

Pero mientras otras africanas se ganaban el sustento en la venta del ecó, las llamadas ecoleras, ella aunque pobre, tuvo una mejoría económica a través del discreto ejercicio de la Osha. Pronto comenzó a llamar a sus asentados “ahijados” y estos le respondían con un, “madrina, su bendición” a semejanza del referente más inmediato y dominador; la iglesia católica.

Desde que consagró a la Trujillo no dejó de asentar a otros y a otros, todos necesitados de paliar sus déficits, los relativos a la salud en primer orden, tan deficitaria en aquellos tiempos. Pero la incipiente comunidad era implacable en las murmuraciones, ahora la atacaban porque tenía muchos “criollitos de ahijados,” cuando lo correcto era tener dos, por aquello de que la mujer solo tiene dos senos para amamantar, según la general creencia que tímidamente sedimentó la práctica. Ella se defendió y estableció la marca de “hasta dieciséis” porque esa es la cantidad de oddunes. No más.

Sus mejoras económicas aumentaron su prestigio. Los detractores no tuvieron otra opción que imitar sus hallazgos. Sus ideas se impusieron y comenzaron a consultarle y a llamarla en otros barrios para que opinara, e hiciera. Gracias al desarrollo del ferrocarril que se había inaugurado en 1837 con el tramo Habana-Bejucal y al año siguiente hasta Güines, poco a poco Osha iría penetrando y conquistando otros territorios.

Ahora desde su casita de madera y tejas en el barrio de Carraguao, en el Cerro, podía pensar con tranquilidad lo que aún faltaba por organizar. Ahora que todos le decían madrina y que ya no era tan joven, tenía el espacio para hacer sus ceremonias, dar los toques de añá, consultar con el caracol, etc. De manera que la desaparición de los cabildos fue el puntillazo final para el ulterior despegue de Efushe, aunque las mismas costumbres de aquel espacio las trasladó a su casa, pero con una sutil diferencia; En el cabildo mandaba más de uno y era menester escuchar a los demás, pero en su casa solamente ella, la dueña.

Atrás quedaba África y la idea de templos y espacios de adoración colectiva. Pronto los Orishas van a acostumbrarse a convivir con los cubanos en sus dormitorios, a compartir sus costumbres y a ecuménicamente, por ahora, tolerar y simpatizar con santos, vírgenes católicas y ngangas bantúes.

En una prueba más de resistencia, los Orishas prefirieron las casas. Hoy sabemos que se refugiaron, mientras pocos Oloshas intuyeron las terribles tormentas porvenir.

 

MÉRITOS: Una de las primeras Oriatesas y gran conocedora del diloggún quién, junto a otras africanas, ofició en las primeras consagraciones en Cuba en la segunda mitad del siglo XIX. Igualmente, una de las primeras lucumíses que rompió el mito de la desconfianza, comenzando a asentar, no solo a los descendientes directos de africanos, si no a los cubanos.


OTROS DATOS: Presidía una rama que ha llegado hasta nuestros días conocida con el nombre de ABERIKUNDÓ, un poco tosca y con la peculiaridad de que a los que se consagran se les hace cierta ceremonia en el río y en el Igbodú, menos a los hijos de los Orishas guerreros (Elegguá, Oggún y Ochosi), a los demás se les asienta sobre pilón.

Como aporte se le atribuye el establecimiento en Cuba del concepto de Madrina y Oyugbona, rompiendo la tradición africana de asentarse y pertenecer a templos (en Cuba eran los Cabildos de negros).

También fue una de las primeras que comenzó a dar los llamados Orishas de entrada o fundamentales, obligatorios para todo iniciado; Obbatalá, Yemayá, Oshún, y Changó. En los asientos ni los oló, ni los omó entraban con Oyá. Ni con Aggayú los Oní Changó. Su ahijada Andrea Trujillo fue la primera que al asentarse recibió a estos Orishas fundamentales.

Igualmente comenzó a usar los paños en la parada (antes se usaban cujes). Estableció los animales de cuatro patas para los orishas; chiva para Obbatala, carnero para Yemaya y Shango y chivo odan para Oshun. Antes de esto se daba animal de cuatro patas para Elegua y el Orisha de cabecera; al resto, cuando no eran de cabecera se le daban animales de plumas; Obbatala 8 gallinas, Yemaya 7 gallos, Oshun 5 gallinas y Sgango 6 gallos.

Con Efushe Aberikundó se inicia el dinero como derecho, sustituyendo este a los granos de maíz.**

A finales del siglo XIX vivió en Atarés, calle Quinta, en un solar muy grande. Después, con unos ahorros, compró una modesta casa en Zequeira e/ Infanta y Cruz del Padre, barrio de Carraguao, Cerro. Se dice que tuvo una hija Atikeké... no he encontrado su nombre en español. 

Lydia Cabrera en ANAGO, pag. 101, “Efuché: nombre de un cabildo de fines del siglo XIX en La Habana.”

TUVO MUCHOS AHIJADOS, ENTRE ELLOS:

Oriatesa Timotea Albear Latuá (Obatallo - Siglo XIX) *

Oriatesa Calixta Morales (Oddé Deí – Siglo XIX)

América Oggún (Baló Oggún)

Andrea Trujillo (Eguin Yimí - Siglo XIX)

Luisa Arango La China (Changó Laddé –Siglo XIX)

Luis Suárez (Oshún Miwá - Siglo XIX)

Francisca Panchita Can Can (Oló Oshún - Siglo XIX)

Dominga Albear (Addé Osún - 1902)

Awó Ño Remigio Herrera (Addechina – Siglo XIX)

 

COMO OYUGBONA:

Victoriana Arozarena (Oduaremú – Siglo XIX)


ITUTO: Presumiblemente se lo hizo la oriatesa Timo

 

* En el caso de Timotea Albear, ella le acomoda en las condiciones de aquí, lo que le hicieron allá, pues esta venía asentada del África.

**Se dice que el derecho, en los principios de la práctica de la Regla de Osha, se pagaba con granitos de maíz. Según mis investigaciones, esto se hacía cuando la persona no tenía con qué pagar y dejaba al lado del Orisha la cantidad a pagar equivalente en granos de maíz, para que una vez con dinero no se le olvidara sustituir los granos.


Fuente: Libro de Los Alagbas


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