SIGLO
XIX - Fermina Gómez Pastrana
Rama:
OBATA OBATERO
Ferminita,
La Reina africana, La Reina del Santo Lucumí, Mamá Fermina
Vivió 104
años. Nace en África, 1846 – Fallece en Matanzas, 20 de Septiembre de 1947 ó 1950.
Orisha:
Yemayá
Nombre:
Oshabbi
Madrina:
Ma’ Montserrate González (Obatá Obatero – siglo XIX)
MÉRITOS:
Una ilustres Iyalosha de mucho conocimiento, disciplina y respeto. Haber puesto
en manos de los santeros a Olokun. Orisha de babalawos, que lo trae de África
en sus sucesivos viajes, el Lucumí Ño Remigio Herrera Adechina. (Obbara Meyi)
OTROS
DATOS: Vino niña de África.
Según
el octogenario oriaté Obbá Bí, “luego de que le hicieron Oshún, Fermina padeció
cierto desequilibrio mental, parecía más bien loca, por ejemplo, se la pasaba
todo un día lavando ropas, otras veces era limpiando, y así. Esta situación
duró 8 años. Desde su patio, Ma’ Montserrate la observaba con lástima, entonces
le preguntó a Changó si la podía ayudar y este con el coco le dio Elleife. La
solución que encontró fue arreglarle lo que le hicieron en La Habana, y
restaurarle a su verdadero Orisha; Yemayá. Ferminita se fue levantando, atrás
quedó su primer nombre, Oshún Lanibbé. Ahora se llamaría Oshabbi.”
Según
el Oriaté Bárbaro Ruiz, “una gran Iyalosha que hizo mucho por la Regla de Osha;
En más de un asiento ofició como Oriaté. Buscó un vínculo de los Arará con los
lucumí, porque estos de tan herméticos no tenían vida, de manera que algún
oriaté Arará llegó a trabajar en la tierra de Osha. Entregó Oddúa al Awó
Bernardo Rojas.”
Madre
de dos hijas. Vivió en Matanzas en la calle Salamanca No 104. Tuvo Yewá.
En el
libro ADENDAS DEL DILOGGUN, del antes citado autor Teodoro Díaz Fabelo, este
afirma que “en su casa se hacía Babalú y Aggayú, directos.”
En YEMAYÁ
Y OSHÚN, pag 27, se lee: “Las máscaras litúrgicas de Olokun, que en un tiempo
se guardaban en una casa - templo del pueblo de Regla, se hallaban hace años en
la ciudad de Matanzas, en el ilé de la desaparecida Iyalosha Fermina Gómez. Vi
los siete tambores en forma de copa que se tocan en honor del dios, pintados de
azul y blanco, pero no me mostraron las máscaras, que se consideran
antiquísimas. Lo más probable es que no estuviesen allí, pues se rumoreaba que
habían desaparecido de Matanzas. O que no estuvieron nunca.” “Era sabido que el depositario de estas
máscaras desconocía la liturgia y el manejo de ellas, y que ningún Babalawo,
después del famoso, y ya difunto, Addechina, (iniciado en Nigeria) se había
atrevido a bailarlas.”
Sigo con
YEMAYÁ Y OSHÚN. “Cuando murió la famosa Ferminita se recuerda que un mulato,
mirando desesperado la cara de la muerta, dio un salto y “cayó” –en trance-
lanzando gritos desgarradores. Varios Orishas “bajaron” al mismo tiempo
aullando de pena.”
ITUTO:
Estuvo algún tiempo en estado de coma y no se moría, entonces hubo que tocarle
a Oshún la que bajó por ella, Fermina bailó, luego se acostó y finalmente
abandonó este mundo.
Todos notaron cierto trastorno en Fermina, luego de haberse asentado. Era normal que se pasara todo el día lavando la misma ropa o limpiando el piso una y otra vez.
La lucumí Ma Montserrate la observaba en silencio, mientras meditaba sobre la pobre Fermina. Ella sabía que osha da sosiego y paz, no esa intranquilidad desgastante que terminaría por conducir a la joven Fermina por malos caminos.
Un día decidió preguntarle a Changó, ángel de su guarda y este le autorizó a ayudarla, pero que lo primero era revisar el ángel de la guarda. Así lo hizo Ma Montserrate y para su asombro descubrió que Fermina era hija de Yemayá y no de Oshún. Como ella era una persona con conocimientos, pero con responsabilidad, hizo traer a Ña Belén y a otras lucumís a Matanzas desde La Habana y de conjunto tomar una decisión, toda vez que a Fermina la habían asentado en la capital.
La suerte estaba echada y entre todas hicieron una compleja ceremonia que en la actualidad, nadie se atreve a hacer, virar el oro, con el objetivo de restituir al verdadero Orisha tutelar.
Y Fermina se levantó y llegó a ser la sabia y famosa santera a la que mucho le debe la Regla de Osha. Ella adecuó el Olokun, que era Orisha de babalawos, y lo puso en manos de los Oloshas. A más de un oriaté de la Regla Arará ayudó para que oficiaran en las ceremonias de los lucumís porque los arará eran tan cerrados que no tenían vida, en su casa se hacía Aggayú y Babalú Ayé directos. Definitivamente fue una santera muy completa que prestigió la Osha que se practicaba en Matanzas.
Ya en la agonía de la muerte, muy viejecita, no se moría. Entonces
hubo que tocarle a Oshún. Dicen que se levantó de la cama, bailó su poquito y
luego fue que murió.
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